30 de diciembre de 2010

Hoy me tropecé unas viejas amigas. Nos vimos hace 22 años y de nuevo esta tarde. En unos minutos atisbé que no habían perdido la fresa, ni el color, ni la boca. Más tarde encontré en un herbolario aceite esencial de mandarina y me lo puse cual perfume. Tal vez para no perder la boca, o la risa. De cualquier modo huelo a cítricos en pleno invierno ...

... caso perfectamente con la ciudad, aunque sin querer.

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