Hoy he conocido al ángel.
Ganas dan de llorar. Qué terca criaturilla miserable, desaseada, vanidosa. Qué plumas grasientas de superviviente de marea negra, qué calva vergonzante cubierta de pelo ralo y engominado, qué barriguilla lúbrica, qué falta de dignidad, qué intentos de cohecho, qué groseras familiaridades, qué burdo narcisismo y qué tartajeo. Por no hablar de la ridícula estatura de corneja...
No me cautivan las aventuras de la humillación.
Me negué a decirle mi nombre.
Jorge Riechmann
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